Yokoso Japan! – Mi primera visita al país del sol naciente
Yokoso Japan! – Mi primera visita al país del sol naciente
Japón, Japón, ¿qué puedo decir? La idea de visitar este precioso país siempre me había atraído, más aún después de mi reciente afición a animes como Naruto, Inuyasha, Nana, Dragon Ball (jajaja, sí, sé que es una serie antigua, pero más vale tarde que nunca ;-)).
Supongo que el factor distancia, la implicación económica y la barrera del idioma habían sido una «excusa válida» para mí, hasta que el año pasado Carlos me dijo: «¿Porqué no me acompañas al Mundial de Magic: The Gathering en Chiba? Podemos comprar los pasajes con millas, reservar un hostal barato y disfrutar de Tokio».
Al principio pensé en todos los gastos en los que habíamos incurrido el año pasado (jajaja, el cochino dinero siempre en mis pensamientos), pero al final cerré los ojos y dije, «de acuerdo, ¡vámonos!»
El plan era pasar una semana en la capital nipona, saliendo el sábado 4 de diciembre y volviendo a Madrid el domingo 12. Sabía que 7 días no iban a ser ni por asomo suficientes, pero al menos me permitirían dar una «probadita» a la vida en esta sofisticada urbe. Pero como sabiamente reza el dicho: «El hombre propone y Dios dispone», nuestro plan no contaba con la «astucia» de los controladores aéreos españoles.
El viernes nos enteramos de que no salía ni entraba ningún vuelo a los aeropuertos de España, pero aún así, y debido a que la esperanza es lo último que se pierde, ese sábado salí temprano de casa y me planté en Barajas poco antes de las 04:00hrs.
La espera fue agotadora y aunque cundía la desesperación, entre los miles de pasajeros que esperábamos una solución reinaba la resignación. Sobre las 18:00hrs. terminamos todos los trámites para que nos reubicaran (a Carlos, a Maleny – su hermana, y a mí) en un vuelo Frankfurt-Narita el lunes al medio día.
El viaje no empezaba con buen pie; como por arte de magia, dos días de turismo se esfumaban, aunque por fortuna los ánimos no flaquearon y decidimos continuar con la aventura.
El viaje fue largo, 12 horas – cada una con sus 60 minutos y sus 3,600 segundos – la mayoría de ellas sentada; viendo películas o intentando dormir, hasta que finalmente llegamos al aeropuerto de Narita sobre las 09:00hrs.
Al salir del avión, a pesar del cansancio la curiosidad pudo más…aquello era un mundo nuevo. Lo primero que llamó mi atención fueron los carteles, que aparte de estar en japo (obviamente) incluyen caricaturas. 😉
Lo segundo que atrapó mi vista fueron las máquinas expendedoras de refrescos. Aunque Carlos ya me había hablado de ellas, me pareció raro ver tantas en un mismo sitio; sin embargo, luego me daría cuenta de que las hay en cada rincón de Japón: en la calle, en las estaciones de transporte, dentro de zonas de templos, etc. y venden desde bebidas isotónicas hasta café en lata.
Dato: El transporte es uno de los aspectos más importantes a considerar al preparar el presupuesto de un viaje a Japón, pues ¡es extremadamente caro! Por suerte hay alguna que otra oferta para los turistas extranjeros. En la oficina de JR (Japan Railways) del aeropuerto de Narita ofrecen la posibilidad de comprar el billete del Narita Express (viaje sencillo en nuestro caso), más la tarjeta Suica (smart card utilizada para el transporte público dentro de la región de Kanto) cargada con 1,500 yenes por un total de 3,500 yenes, en lugar de los 5,110 yenes que habrían costado de haberlos comprado por separado. Considerando que en ese momento el cambio estaba a más o menos a 1€ = 100¥ se trata de una buena oferta. Este producto es conocido como Suica & N’EX.
Tras 12 horas de vuelo y otra hora más en el tren hasta la estación de Shinjuku estábamos ultra agotados, pero no teníamos tiempo que perder. ¡Una ducha rápida, ropa limpia y a la calle a conocer!
He de admitir que estaba muy emocionada y a la vez asustada por la comida que me encontraría en Japón. Yo soy partidaria de probar la gastronomía tradicional de los sitios visitados, pero considerando que no soy fanática ni de los mariscos ni de las algas, tenía una buena parte de la batalla perdida. 🙁
Así, mi primera comida nipona pasó sin pena ni gloria. Como teníamos tanta hambre entramos al primer sitio que encontramos cerca del hotel. Gente muy amable, pero la comida, para mi gusto, regular, regular. Comimos Gyu-don, un bol de arroz con carne de ternera encima; algo que es parte de lo que ellos llaman Japanese fast food. El lugar en el que almorzamos es parte de una gran cadena de establecimientos de Gyu-don llamada Sukiya. A mí no me gustó mucho porque me pareció que la carne era muy fibrosa; eso sí, como se pueden imaginar, me desquité en la cena. 😉
Contrario a la creencia popular, la mayoría de la gente en Japón no habla más que japonés, por lo que para ayudar a los gaikokuyin la mayoría de los restaurantes tienen o menús con fotos de los platos o una vitrina en la entrada con reproducciones en cera o plástico de los principales platillos que ofrecen.
Tras la comida tomamos el metro hasta el parque Yoyogi, donde se encuentra el templo Meiji. Allí tuve mi primer contacto con un torii (puerta tradicional japonesa que suele colocarse a la entrada de los santuarios Shinto para separar la parte profana de la sagrada) y he de decir que son preciosas e imponentes.
El recinto sagrado está rodeado por un parque hermoso en el que ese día predominaban los efectos de mi estación favorita del año, el otoño. Hojas secas por doquier, tonalidades de naranja impensables… Imagino que en primavera el espectáculo de las flores de los árboles de cerezo (sakura) debe ser sublime.
Finalmente llegamos a la entrada del templo, mas tristemente muy cercanos a la hora del cierre por lo que no nos dejaron entrar a la parte central del complejo. Solamente tuvimos tiempo de pasar por los puestos donde monjes y sacerdotisas venden amuletos para todos los gustos y necesidades…. Mejorar las relaciones de pareja, atraer al dinero, llamar a la fortuna, prosperar en el trabajo, etcétera, etcétera.
Como no teníamos tiempo que perder partimos hacia la estación de Shibuya, hogar de la famosa estatua de Hachiko, el perro fiel. En este sitio vimos una de las clásicas estampas de Tokio: los edificios inmensos llenos de anuncios en neón con pantallas que ocupan pisos enteros y que literalmente «te hablan». Como no podía faltar por la época, luces y adornos de navidad por todos lados. Aunque no lo celebren, definitivamente es una buena forma de favorecer las ventas y de crear un ambiente propicio para los ávidos compradores locales y extranjeros.
Además de todas las distracciones visuales que he mencionado, en Shibuya está uno de los cruces de peatones en X clásicos de Japón (pasos de cebra inmensos que están en intersecciones muy transitadas que además de permitir el paso por las cuatro calles que la conforman tienen un cruce diagonal). Dicen que más de un millón de personas cruzan diariamente por esas calles. Cuando la luz del semáforo cambia a verde se pone en marcha una marea de gente… Se pueden imaginar eso, cientos de personas cruzando a la vez y en todas las direcciones, jajajaja.
No podía faltar que nuestro lado de «fanáticas del anime» saliese a la luz, así que para cerrar con broche de oro nuestra visita a ese lado de la ciudad y como seguidoras de la serie Gals!, no dejamos de bailar el Para Para junto a la estatua de Hachiko.
Después de tanta estimulación visual empezamos a buscar dónde cenar. Antes dije que aquí me había desquitado de la decepción del almuerzo, y así fue. ¡Fuimos a un restaurante de ramen!
El sitio tenía un menú gigante fuera y se pagaba antes de entrar introduciendo el importe en una máquina que imprimía un tiquete y que se mostraba dentro. Un sistema muy eficiente a mi parecer y bastante higiénico. El restaurante era pequeño; la cocina estaba en el centro y alrededor (a manera de barra de bar) estaban las sillas. Como nos vieron con intención de comer allí, ya nos habían reservado cuatro asientos juntos, así es que nada más quedaba sentarnos a comer: itadakimasu, ¡buen provecho!
Muy, pero muy bueno, jajaja. Yo pedí un de caldo de soya con cerdo asado y extra de cebollina. Los cuencos en los que lo servían eran inmensos por lo que solamente Carlos logró terminar el suyo, jajajaja.
Un dato que me pareció curioso (aunque luego me di cuenta de que es frecuente) es que cada vez que alguien entraba o salía, todos los que allí trabajaban dejaban lo que estaban haciendo, levantaban la cabeza y daban la bienvenida o despedían a los comensales. Esto era así cada vez que se abría la puerta. Un buen síntoma de la popularidad del lugar es que nunca había silencio, jajajaja. Obviamente no entendía lo que decían pero presumo que en medio de la frase habría algún komba wa (buenas noches) o un arigato gozaimasu (gracias) – pronunciado gozaimasssssssss (arrastrando la «s» e ignorando la «u»).
Para terminar este día de 36 horas fuimos a un bar llamado The Lock Up en cuya entrada hay una especie de laberinto con monstruos y demás cosas espantosas. Cada mesa está ubicada en una celda y llegado a un punto de la velada se apagan las luces y salen monstruos a hacer ruidos y a asustar a los presentes. Está muy bien, aunque como de esperarse, un poco caro. Maleny se pidió un cocktail que parecía una bomba, jajajaja; era violeta, venía en un erlenmeyer y echaba humo. No lo probé, pero dicen que estaba bueno. El resto nos conformamos con una cerveza.
El día siguiente se perfilaba largo, así es que sobre las 21:00 hrs. estábamos de camino al hotel. La idea era salir a las 05:00 hrs. para subir al primer tren e ir a Nikko, un pueblo a unas dos horas de Tokio con unos templos espectaculares, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.
De momento dejaré el relato aquí. Espero les haya gustado y que permanezcan atentos a la siguiente entrega de «Yokoso Japan! – Mi primera visita al país del sol naciente». 😉
¡Sayonara!
Marilyn Diéguez
He vuelto a leerlo completo… me inspira el mismo deseo: seguir leyendo la próxima entrega, y estar allí… nuevamente, porque de vuestra mano o a través de tus palabras estuve en el aeropuerto, viaje en ese vuelo larguísimo y recorrí las calles, templos y sitios referidos, sin dejar de probar las comidas, parar de comer y seguir comiendo luego de la entrada y salida de cada persona al restaurante durante la cena…
Natalie Jurado Solanilla
Holas holas….muchas gracias por releerlo, he hecho algunas modificaciones respecto a la historia original, pero la esencia es la misma 😉
Gracias por el apoyo!!!
Johnny Ng
No soy de leer blog pero me facino la forma de relatar las vivencias la cual de vez en cuando me hizo transportarme a esa escena. Mejor que leer un lonely planet hahaha. Felicidades y espero la proxima entrega.
Natalie Jurado Solanilla
Gracias Johnny….la idea es animar a la gente a que visite esos sitios 😉
Y recuerda que sigue en pie la invitación a pasar unos días por acá con nosotros.
Un abrazo
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